Horacio Hernández, músico, cantor y compositor.
Foto: Pato Ventura
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Cuando me junté con los muchachos
de La Gallera, yo venía de un grupo con repertorio propio – Los Trukeros-. Pasé a
formar parte de este otro lote de manera natural porque me empecé a juntar con
ellos en la Estación (Central). La cueca de La Capichi aparece en un momento en
que, con los chiquillos, estábamos tocando harto y en que estábamos generando
ese repertorio propio para nuestro primer disco. No era una cosa apurada, pero
sí con cierta urgencia para que el disco
tuviera identidad.
Tocábamos harto en diferentes locales y uno de ellos era el
Costa Azul de “Qué Locura” (Quilicura). Un día, El Nano (dueño del Costa Azul) nos
cuenta que estaba conversando con una gente de ahí, de la noche de Quilicura:
choros, ladrones, pendencieros, personas que frecuentaban su local. Uno de
ellos, un choro del sector, le comenta “le han hecho cuecas a puros locos que
han sido choros. Lo que es yo, yo tengo una hija y me gustaría que le hicieran una cueca porque podría llevarla algún día, sin temor
por ser mujer.” Después que nos cuenta la historia, asumimos la misión de hacer
esa cueca. No estamos hablando de un choro de antaño, ni de uno tan conocido -como
en la fila no se habla- sino de la choreza de Quilicura.
Bueno, y como soy súper apasionado, me puse altiro a
tirar un octosílabo. Recuerdo que estaba con Giancarlo (Valdebenito) y Felipe
Bórquez. Sólo tiramos versos. No hicimos música ese día. De ahí, yo le iba
mostrando al Nano la copla, por ejemplo, y él nos iba corrigiendo el lenguaje.
Nos decía “este hombre habla así, que Capichi,
manyaba o no manyaba la estofa, parlaba o no parlaba, ¿me entiende?” Él nos
iba aportando con eso. Por mi ingenuidad e incluso ignorancia, pensé que ese aporte era suficiente para incluirlo como autor. Con Giancarlo y con Bórquez llegamos a un resultado en
cuanto a la poesía. Lo que sí, el Nano le colocó La Capichi a ese personaje
porque el hombre que “encargó” la cueca, usaba mucho esa muletilla, ¿capichi? Le dimos hartas vueltas y nos
preguntábamos cómo le ponemos a esta mujer y él nos ayudó resolver.
La Capichi, como nombre pegaba con esto de manyaba,
parlaba…ahí se enderezó la cosa.
El proceso continuó con los demás muchachos de La Gallera durante los
ensayos en la Casa Huemul. Musicalmente, recuerdo, que estábamos ensayando en
la casa de (Francisco) Bermejo un día, en Constitución 211, no sé por qué
motivo, y yo andaba con la melodía en la cabeza. Ahí fue que la empezamos a tocar. Siempre hay
detalles que la van transformando; nunca parte como finalmente la escucha la
gente en el disco(*). Es media aperuanada. En esa época, tengo que
haber estado escuchando mucha marinera, porque la melodía tiene esa influencia.
La muletilla también. Hay muchas cosas peruanas que dicen “por la alameda” y
aquí servía. Con los compañeros, se hicieron calzar los versos lo que
finalmente terminó por construir la cueca. De hecho, en la composición musical
también salimos todos (en el disco). ¿Por qué? Pa’ no pelear. Ahora sé dónde
están los límites entre aportes y composición real. Para la grabación de ese
disco, se hicieron muchas cosas bien intencionadas pero equivocadamente. Ahora,
por ejemplo, me gustaría incluir La Capichi en otro proyecto y se evita por que
se pueden generar problemas por la autoría. Lo mismo pasaba antes con los
viejos. Algunos se adjudicaron cuecas que, incluso, eran de la tradición. Ahora
comprendo mucho mejor cuando se es autor o compositor, o autor y compositor.
Una vez que salió el disco, supimos por el Nano que cuando escuchó la cueca, el
caballero lloró. No sé si la hija la escuchó,
pero él sí. Parece que le regalaron el CD e, incluso, tiene que
habernos ido a ver varias veces al Costa Azul. Me gusta esa cueca a mí.
Tiene pujanza, como dice el Nano.
No mucha gente me ha preguntado quién es o era La Capichi.
Es que en la letra la cambiamos de época. El relato da a entender que era un personaje de otro tiempo; aunque no lo dice
explícitamente; queda esa sensación. Es más, se habla de yo conocí, y el final afirma que murió. Se habla de ella en
pasado, dejando esa idea de que efectivamente existió alguna vez. Además, la canción
la describe como un personaje glorioso, porque la cueca fue “pedida” así. Entonces,
se presenta como una especie de leyenda. No cayó presa, pero se codeaba con los
capos, ¿cachai?. Se pinta como la crême de la crême del hampa y eso, inmediatamente, te
traslada al pasado porque hoy, eso no existe, si no, nos tendríamos que
referir a los políticos o al empresariado. ¡Si es muy bueno el guión! Y ese
guión es de choro.
Creo que las mejores cuecas –tanto las de antes y
las de hoy- siempre se generan en un clima así: un grupo que toca mucho y que tiene la
posibilidad de andar tirando las ideas de cada uno en el ensayo; al tiro a la
pelea porque ahí vai viendo los resultados. Yo creo que la tengo que haber presentado
a los cabros con otro arreglo(*). Pero al tocarla en vivo, se te pasa un compás y
ya no la canté “Yo conó, yo conocí a La
Capichi” sino como se conoce hoy. Ese resultado genera otra sensación,
sobre todo, cuando ves a todos bailando, en el calor de la fiesta, optas finalmente
por guardar y grabar esa versión. Cuando son buenas las cuecas, son de ahí, de
las fiestas. La fiesta la reconoce. ¡De hecho! De la fiesta salió el mítico
personaje de La Capichi.
La Capichi
Yo conocí a La Capichi
Parlaba lunfardo y coa (por la alameda)
Se codeaba con los capos
Encandilaba sus joyas (por la alameda)
Manyada en el ambiente
(Ayavá) Bella habilosa
Fue su beso un cuchillo
Fina mafiosa (por la alameda)
Fina mafios, sí
(Ayavá) Y en los caminos
Fue la más fiera rosa
De un choro fino (por la alameda)
Nunca fue tras las rejas
(Ayavá) Murió de vieja
(*) En la entrevista, Karen Donoso menciona que en el 2009, para la premiación Samuel Claro, donde se reconoce a Raquel Barros y a Osvaldo Gajardo con el galardón, el conjunto La Gallera canto La Capichi con un arreglo distinto a cómo aparece en la grabación del disco. En el minuto 4:20 del siguiente video, se podrá apreciar esta versión:
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